Parece ser cierto que "hubo
un proyecto, en 1432, para restablecer la situación
israelita, mejorándola y aceptando una comunidad judía
con sus propias leyes y religión, pero este proyecto,
amparado por don Álvaro de Luna, naufragó al
mismo tiempo que él.
En estos años del primer
tercio del siglo XV "el peligro del hibridismo entre
judíos y cristianos pareció mayor que nunca".
por ello se hacía preciso establecer una "inquisición"
que, iniciada por el rey Enrique
IV, fue establecida y reorganizada definitivamente
por los Reyes Católicos
en 1492, ya que "no era posible librar a los cristianos
de contactos peligrosos si el judaísmo seguía
presente.
La reina Isabel y su esposo Fernando
V de Castilla y II de Aragón, proyectaron crear un
sistema de derechos para los judíos, en aquella línea
proyectada por don Álvaro de Luna (reinado de Juan
II) y de Enrique IV, aunque con caracteres más restrictivos,
pero su Consejo Real y los obispos en su mayoría, los
convencieron de que no existía otra solución
más que la expulsión de los judíos que
no se bautizaban, y de ahí llegó el Edicto Real
del 31 de marzo de 1492, por el que se expulsaba de los reinos
de Castilla y Aragón a los judíos no bautizados,
expulsión que, al paso del tiempo se realizó
en Portugal.
Que esta salida de los judíos
que no aceptaron los términos del Edicto en los reinos
peninsulares, el número de CONVERSOS aumentó
algo en la Villa medinense, pero en realidad en nuestra Medina
del Campo los judíos prácticamente no fueron
numerosos, ni
<p align="justify"><font face="Verdana" size="2">prepotentes,
ni muy ricos, ya que los verdaderamente bien situados en el
mercado de la lana y su amplio comercio, así como en
el de "especias", los intercambios con Flandes y
el resto de Europa, así como en el sistema financiero
a base de letras cambiarias y "cambios" y el proporcionar
importantes "empréstitos" a la propia Hacienda
Real, inicialmente en el Reinado de los Reyes Católicos,
pero de modo considerable en tiempos del Emperador y de su
hijo Felipe II, fueron realizados por conversos con tres,
cuatro y hasta cinco generaciones atrás como tales,
los cuales gozaban, aparte de mucha riqueza, del general respeto
y consideración social entre el pueblo llano y la mayor
parte de la hidalguía "cristiana vieja",
sobre todo de los más inferiores empobrecidos, siendo,
en general, su vida social y religiosa verdaderamente ejemplar,
gozando de seriedad y rectitud en sus múltiples operaciones
mercantiles y bancarias, procurando, poco a poco, brillar
y conseguir con sus riquezas cinerarias, escudos de armas
con hidalguía probada, o en casos también numerosos
con su talento literario obras imperecederas y en la práctica
religiosa hasta la misma Santidad.
Es un hecho incontrovertible
que tanto la eximia Teresa de Ávila, luego Santa Teresa
de Jesús, así como el religioso Juan de Santo
Matía, después San Juan de la Cruz, el primer
lírico de la poesía castellana, eran descendientes
directos de "conversos" (una de judíos y
el otro de moriscos), y quizá por ello la Santa del
Carmelo le dice al Padre Gracián, cuando éste
le habla de su linaje de los Cepeda que "se enojó
mucho conmigo porque traté desto" y la Santa añadió
"que le bastaba con ser hija de la Iglesia Católica.
También el que fue Obispo
de Burgos, (antes de ser Arzobispado), don Pablo de Santa
María, que antes había sido Rabino en la misma
ciudad, puso en su escudo de Armas Episcopales una Azucena
en el centro con dos Ángeles sosteniéndola,
y así con estas armas espirituales "se inicia
un linaje limpio de toda tacha"; dicho Escudo lo hizo
suyo su hijo Alonso de Cartagena y luego su sobrino don Alonso
de Burgos, que fue fundador del Colegio de San Gregorio en
Valladolid, donde aparecen sus Escudos episcopales de Armas,
antes citados.
Debemos añadir también,
que un hombre universal en las letras castellanas, el íncluto
Fray Luis de León, O.S.A., fue un descendiente de conversos,
y él, en esa terrible época, en su obra "los
nombres de Cristo" escribe la frase en que se permite
acusar al mismo Rey de las Españas, don Felipe II,
por tolerar que tenga oficial validez la tremenda institución
de la LIMPIEZA DE SANGRE, y a este tenor dice: "para
que vaya cundiendo por muchas generaciones su afrenta (de
los conversos) que nunca se acaba".
También descendiente eximio
de conversos lo fue San Juan de Ávila, y la verdad
es que al final de la terrenal jornada la mayoría de
la clase media y la más o menos alta de la sociedad
española, portamos hoy en las venas algunas gotas de
sangre "conversa", que llega hasta la realeza.
Debemos constatar que los judíos,
durante siglos, en los que se podían vivir como tales
legalmente, apenas produjeron obras en lengua castellana dignas
de consideración y de ser mencionadas en la historia
de nuestra Literatura; sin embargo como tales CONVERSOS, su
aportación fue sorprendente y extraordinaria. La macabra
institución de la "Limpieza de sangre" provocó
entre las clases "conversas" rica en dineros, el
acudir al recurso de forjarse probanzas de "vieja cristiandad".
Por lo que vamos viendo y nos dice la historia de aquella
terrible época tan cerrada e inquisitorial de los siglos
XVI y XVII, el "cristiano nuevo" descendiente de
converso, quedó reducido a la condición de un
miserable paria, o en otros casos pudo acceder a la "isla
de la inmortalidad de Baltasar Gracián (de origen converso)
se construyó para él y para otros análogos
a él como "héroes discretos".
La sociedad ferial y mercantil
de Medina del Campo en aquella época, estuvo pletórica
de conversos, muchos de ellos, los más eminentes, con
tres o más generaciones en el origen de su bautismo,
en aquella España un tanto "negra" y muy
inquisitorial de los Austrias, de modo muy especial a partir
de Felipe II. Como un ejemplo más, que avala lo que
venimos sosteniendo, agregaremos lo que se dice en la obra
"Los judaizantes castellanos" (1954) de N. López
Martínez "que la tradición médica
judía era tan intensa que, todavía en los siglos
XVI la Inquisición de Logroño no podía
encontrar un médico "cristiano viejo", y
no tuvo más remedio que echar mano del converso doctor
Bélez".
En la amplia sociedad de nuestra
Medina de los siglos XV y XVI la encontramos llena de "conversos",
muchos de ellos de más de tres generaciones desde su
conversión y bautismo, al igual a como sucedía
en las principales villas y ciudades españolas, y por
ello debemos resaltar que la eminente familia de los Álamos,
y también la de los Barrientos (ambas enlazadas por
matrimonios), como ya apuntamos, procedían de antepasados
conversos, como lo reconoció en varios de sus escritos
ostensiblemente, nuestro bizarro y erudito Obispo de Cuenca
Fray Lope de Barrientos, del Consejo Real de Juan II, y preceptor
y Canciller del propio Enrique IV; del mismo modo tenemos
también como descendiente de conversos el benemérito
Simón Ruiz Envito y Virués, del Hábito
de San Juan, fabuloso mercader y banquero y como tal acreedor
importante de la Hacienda Real, conversión bastante
remota de su familia en la burgalesa Belorado, y de mismo
origen, también de ascendencia "conversa",
era don Juan Ruyz de Medina, Obispo de Segovia, ilustre medinense,
segundo Abad de la S.I. Colegiata
de San Antolín y presidente de la Real Chancillería
de Valladolid y más de Catedrático de Cánones
de la Universidad pinciana, muerto en nuestra Villa y enterrado
en la Capilla Mayor de la Colegiata, en 1507.