Tercer recinto amurallado: Debido al buen auge económico, se cree que en la mitad
del siglo XIV, van desapareciendo las numerosas huertas del centro
de la ciudad, dando paso en su lugar a las nuevas e importantes
construcciones de los nuevos hacendados, impulsados por don Fernando de Antequera, quien a su vez empezó a dar los
primeros pasos para el desarrollo de Las Ferias y Fiestas en Medina del Campo, siendo Señor
de la Villa.
En 1.412, se crean las ordenanzas
para el aposentamiento de mercaderes y puestos de venta, surgiendo
a partir de esta fecha las ferias entierras de Valladolid, como
por ejemplo las de Medina de Rioseco y Villalón. Con
la creciente feria, van aumentando las mercancías, compradores
y mercaderes, necesitándose más ejes que los ya
existentes para su desarrollo, utilizándose las calles
adyacentes de la Rúa Nueva donde se irán instalando los comerciantes
y mercaderes, rodeándose de nuevas construcciones de tres alturas y porticadas, todas ellas, favoreciendo el
orden urbanístico, pasando ya a la Plaza de la villa el centro de Las Ferias. Esto ocurría en el siglo XVII cuando
se iniciaron las obras del Ayuntamiento en la misma plaza, abandonando sus instalaciones anteriores situadas
de frente a la iglesia de San Miguel.
A mediados del siglo XV, Enrique
II, ordenó que: "Ferias francas y mercados
francos no sean ni se hagan en nuestros reinos y señoríos,
salvo la nuestra feria de Medina y las otras ferias que nos tienen
mercedes y privilegios confirmados y en nuestros liceros asentado".
Esto demuestra la importancia de nuestras Ferias al ser las únicas
mencionadas.
En estos siglos la burguesía,
que tenía su residencia en el campo, va asentándose
en el centro construyéndose edificios prestigiosos. La Plaza Mayor de la Hispanidad, va adquiriendo cada vez más
importancia, albergando a la monarquía en el Palacio Real, quedando constancia de la importancia que va
tomando la Villa de Medina del Campo.
En este mismo siglo es el eclesiástico
el otro poder que se asienta en Medina, iniciándose
las obras de la iglesia de San Antolín, reflejándose así
la importancia que el poder eclesiástico concedía
a Medina, participando en dar realce a la Villa con la construcción de los monasterios de San
Saturnino, San
Bartolomé, las monjas premonstratenses de Santa María la Real de las Dueñas, los Dominicos
de San Andrés o las parroquias de San
Nicolás, San
Juan del Azogue y Santiago.
Adquiere también su
importancia el asentamiento de mudéjares y judíos
en el segundo recinto amurallado, entre el Castillo
de la Mota y el río
Zapardiel, creando mercados,
mezquitas y baños propios.
Entre los años 1.474
y 1.483, se restauran el Palacio
Real el Castillo
y en especial la Torre del Homenaje, de aproximadamente 40 metros de altura;
la nueva muralla exterior, el talud y el foso, construyendo una
nueva entrada para el acceso a la torre recién construida.