Villa histórica, monumental, escultórica y paisajística
Villa de las Ferias
MEDINA DEL CAMPO
(ACONTECIMIENTOS NACIONALES E INTERNACIONALES)
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El retiro deTordesillas
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Vista del convento de Santa Clara, en Tordesillas. Su iglesia acogió los restor mortales de Felipe I el Hermoso hasta su traslado definitivo a Granada.( enlace) |
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Felipe I de Castilla -Felipe el Hermoso-, falleció en Burgos en septiembre de 1506, en sus voluntades señalaba Granada como lugar de último reposo, pero su esposa la reina Juana se empeñó en conducirlo a la cartuja burgalesa de Miraflores. El temor a la peste lleva a la princesa y el cortejo fúnebre a Torquemada, donde nacería la infanta Catalina. Trasladada al pueblecito de Tórtoles, allí la visitó su padre, Fernando el Católico, quién finalmente la condujo al retiro de Tordesillas, en cuyo pequeño palacio permaneció recluida hasta su muerte, en 1555.
Semblanza de doña Juana.
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Los Reyes Católicos junto a su hija, la futura Juana I de Castilla. Miniatura del devocionario de Juana la Loca. de Pedro Marcuello (1482). Museo Condé. Chantilly. |
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La princesa doña Juana, tercera de los hijos de los Reyes Católicos, nació en Toledo el 6 de noviembre de 1479. Su infancia debió discurrir controlada por los servidores de palacio, puesto que, aunque Isabel la Católica procuró vigilar la educación de sus hijos, sus deberes de gobierno no pudieron dejar mucho tiempo para ocuparse de una hija a la que, según T. de Azcona, "nunca llegó a entender y dirigir".
En cuanto a su instrucción corrió a cargo, por una parte, del grupo de humanistas que había en la corte de sus padres y que hicieron de las hijas de la reina buenas latinistas; y por otra, de severos clérigos que controlaron su formación religiosa y moral con preceptos diferentes de las costumbres que la princesa encontraría al llegar a los Países Bajos. En cuanto a lo familiar, también dejo huella en la futura reina; primeramente, las periódicas visitas a su abuela, recluida en Arévalo por su desequilibrio mental; y después, las frecuentes escenas de celos protagonizadas por su padre ante las infidelidades de Fernando el Católico.
Esa relación familiar concluyó pronto porque, a los 16 años, emprendió viaje a los Países Bajos para contraer matrimonio con el príncipe Felipe, hijo del Emperador Maximiliano, enfrentándose a un mundo desconocido y que pronto se volvería hostil. Como señala Fernando Álvarez, "en medio de aquel naufragio" doña Juana se asió a su marido con un enamoramiento obsesivo y enfermizo, que llevó al propio Felipe a llamarla Juana la Terrible, antes que otros la llamaran Juana la Loca.
Y es que pronto comenzaron a circular en Flandes rumores sobre el extraño comportamiento de la archiduquesa, y no solo por la consabida cuestión de sus celos, sino porque se decía que descuidaba sus deberes religiosos. Para comprobar qué había de verdad en ello, sus padres enviaron a Bruselas a fray Tomás de Matienzo, quien trató de encauzar su vida religiosa. Poco a poco, el desequilibrio de Juana se hizo patente. Alternaba etapas de indolencia con arrebatos de cólera y celos, entrando en fases de profunda depresión en las que su herencia genética era un factor nada desdeñable.
Mientras tanto, la muerte hacía presa de sus dos hermanos mayores y en su sobrino Miguel; y Juana y Felipe fueron llamados a España para ser jurados herederos. La princesa, emocionalmente frágil, tuvo que presenciar la lucha que por el poder entablaron su padre y su marido, y vivir en medio de intrigas y tensiones. Educada para obedecer, no estaba claro que tuviera capacidad ni deseos de gobernar; sobre todo si se considera que, desde el momento en que fue declarada heredera de la corona, vivió atemorizada pensando que intentaban recluirla. Y eso, desde luego, no era producto de su imaginación.
Conflictos sucesorios hasta Villalar
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Felipe el Hermoso. Instituto Valencia de Don Juan. Madrid |
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La relación de Felipe con sus suegros fue empeorando a partir del momento en que fue jurado príncipe de Asturias. El despego con que trataba a su mujer, su desmedida ambición, y la francofilia de que hacía gala preocupaban a los Reyes Católicos. En noviembre de 1504 murió la reina Isabel, abriéndose con ello un largo periodo de problemas sucesorios. En su testamento designó a Juana reina propietaria de Castilla y estableció que, si la princesa "no quisiera o no pudiera entender en la gobernación", don Fernando actuará en su nombre hasta que Carlos cumpliera 20 años. A los pocos días las cortes de Toro reconocieron a Juana como reina y a Fernando como gobernador. No obstante, buena parte de la nobleza comenzó a agruparse junto a Felipe del que esperaban recibir recompensas y mercedes: la amenaza de guerra civil se cernía sobre Castilla.
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El testamento de Isabel la Católica por Eduardo Rosales. Casón del Buen Retiro. Madrid (enlace) |
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Después de algunas negociaciones, suegro y yerno se entrevistaron en Remesal. Fernando,al ver que no contaba con el apoyo de los grandes ni del alto clero, que casi en bloque había pasado al partido de Felipe, decidió retirarse a sus estados aragoneses (Concordia de Villafáfila, 27 de junio de 1506). El 12 de Julio, las Cortes de Valladolid reconocieron a Felipe el derecho de gobernar, por la incapacidad de su mujer. Con ello se inició un reinado que tan solo duró dos meses y medio y del que, pese a su brevedad, los castellanos no iban a conservar un grato recuerdo. La muerte de Felipe el Hermoso supuso un peligroso vacío de poder en un momento en el que, por si fuera poco, la peste y el hambre se habían apoderado de Castilla. Era necesario poner orden el aquel desconcierto, puesto que muchos nobles intentaron sacar partido de la situación alzándose en armas. Muchos pensaban que el Rey Católico podía solucionar la situación ya que doña Juana oscilaba entre momentos de lucidez y periodos de locura; como señala Pedro Martín de Anglería, "tan pronto nos hace concebir esperanzas de su próxima curación como nos las ahuyenta". Ante esto, Cisneros creo una junta de gobierno que actuara hasta que regresase a Castilla Fernando el Católico. Quien, finalmente, se hizo cargo de la regencia en agosto de 1507: controló a la nobleza, decidió que doña Juana residiera en Tordesillas y consiguió Navarra, que anexionó a Castilla.
En 1516 murió Fernando el Católico y la nobleza intentó de nuevo hacerse con el poder. Una vez más, Cisneros salvó la situación conteniendo los enfrentamientos, imponiendo la autoridad real y consiguiendo que se proclamara rey al príncipe Don Carlos, "conjuntamente", con su madre; una solución que más adelante fue criticada por algunos comuneros, como el doctor Zúñiga, por estimar que supuso una especie de golpe de estado.
En septiembre de 1517 llegó a España Carlos V; pero, por el momento, la presencia no solucionó los viejos problemas. Las Cortes de 1518 le recordaron sus obligaciones, iniciando con ello in proceso de enfrentamiento que estalló cuando el rey abandonó España camino del imperio. Como gobernador quedó el cardenal Adriano, pero los castellanos se rebelaron ante las medidas de gobierno del nuevo rey. Fue el movimiento de las Comunidades, que no concluyó hasta 1521.
Juana reina prisionera
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Itinerario de Juana I de Castilla. (1506-1508). Enlace |
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A mediados de febrero de 1509 doña Juana, acompañada de su hija Catalina, llegó a Tordesillas. El Rey Católico puso por guardián de su hija a un aragonés: Monsén Ferrer, que la mantuvo aislada de todos en la más absoluto abandono; haciéndose tan impopular por ello que, cuando murió el Rey Fernando, los vecinos de Tordesillas se lanzaron contra él. En la primavera de 1518, Carlos V puso al frente de la casa de su madre al marqués de Denia, con el encargo de cuidar la salud de la reina y evitar que tuviera comunicación con nadie. El marqués cumplió su función con más celo y eficacia del que hubiera sido necesario, como parecía jactarse en carta dirigida al emperador y que comentaba N. Sanz y Ruiz de la Peña. En esa carta, el marqués aseguraba que, aunque doña Juana se lamentaba constantemente diciendo que la tenía encerrada "como presa" y que quería ver a los grandes, "porque se quiere quejar de cómo la tienen", el rey debía estar tranquilo, porque él controlaba la situación y sabía dar largas a esas peticiones.
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Doña Juana vela el ataúd de su esposa, en una pintura de Francisco Pradilla inspirada en la leyenda. 1878. Casón del Buen Retiro. Madrid |
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Todo ello demuestra, como señala Manuel Fernández Álvarez, que el confinamiento de doña Juana era cuestión de Estado, y así lo vieron tanto el Rey Católico como Carlos V. Si Juana no gobernaba era por incapacidad mental. Pero si se empezaba a rumorear que la reina estaba cuerda, los adversarios del nuevo rey afirmarían que esa un usurpador. De ahí que la figura de doña Juana se convirtiera en una pieza clave para legitimar el movimiento de las Comunidades.
Después del incendio de Medina del Campo, el gobierno del cardenal Adriano se tambaleó. Muchas ciudades y villas se sumaron a la causa comunera, y los vecinos de Tordesillas asaltaron el palacio de la reina obligando al marqués de Denia a aceptar que una comisión de los asaltantes hablara con doña Juana. Entonces se enteró la reina de la muerte de su padre y de los acontecimientos que se habían producido en Castilla desde ese momento. Días más tarde Juan de Padilla se entrevistó con ella, explicándole que la Junta de Ávila se proponía acabar con los abusos cometidos por los flamencos y proteger a la reina de Castilla, devolviéndole el poder que le había sido arrebatado, si es que ella lo deseaba. A lo cual doña Juana respondió: "Si, si estad aquí a mi servicio y avisadme de todo y castigad a los malos." El entusiasmo comunero, después de esas palabras, fue enorme. Su causa había de ser legitimada por el apoyo de la reina.
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Tras el episodio comunero el endurecimiento de la reclusión de la reina juana deterioró su salud mental y física. La demencia de doña Juana de Castilla, por Lorenzo Vallés (1867). Casón del Buen Retiro. Madrid |
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A partir de ahí el objetivo de los comuneros sería, en primer lugar demostrar que doña Juana no estaba loca y que todo había sido un complot, iniciado en 1506, para apartarla del poder; y después, que la reina, además de con sus palabras, avalara con su firma los acuerdos que se fueran tomando. Para ello, la Junta de Ávila, se trasladó a Tordesillas, que se convertiría por algún tiempo, en centro de actuación de los comuneros. Después de estos cambios, todos, incluso el cardenal, afirmaban que doña Juana "parece otra" porque se interesaba por las cosas, salía, conversaba, cuidaba de su personal y, por si fuera poco, pronunciaba unas atinadas y elocuentes palabras ante los procuradores de la Junta. Palabras que, una vez refrendadas, se comenzaron a difundir. La cuestión es este caso sería averiguar si esas afirmaciones las realizó la reina en la forma en que se recogieron por los notarios presentes, puesto que las expresiones .como señala J. Pérez- se parecen demasiado a las afirmaciones que formulaban los comuneros. Pero la Junta necesitaba algo más que palabras de la reina, necesitaba documentos, necesitaba la firma real para validar sus actuaciones. Una firma que podía suponer el final del reinado de Carlos, como recuerda a éste el cardenal Adriano: "si firmase su alteza, que sin duda alguna todo el Reino se perderá". Pero en esto los comuneros, como antes los partidarios del rey, tropezaron con la férrea negativa de doña Juana, a la que ni ruegos, ni amenazas hicieron firmar papel alguno.
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Rendición de los comuneros en Villalar. Según M. Pícolo López. Banco Hipotecario (Grupo Argentaria), Madrid. (enlace) |
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A finales de 1520, el ejército imperial entró en Tordesillas, restableciendo en su cargo al marqués de Denia. Juana volvió a ser una reina cautiva, como aseguraba su hija Catalina, cuando comunicaba al emperador que a su madre no la dejaban siquiera pasear por el corredor que daba al río: "y la encierran en su cámara que no tiene luz ninguna".
La vida de doña Juana se deterioró progresivamente, como testimoniaron los pocos que consiguieron visitarla. Sobre todo cuando su hija menor, que procuró protegerla frente al despótico trato del marqués de Denia, tuvo que abandonarla para contraer matrimonio con el rey de Portugal.
Desde ese momento los episodios depresivos se sucedieron cada vez con más intensidad. De su apatía apenas le sacaban las visitas de su hijo el emperador o de sus nietos.
En los últimos años, a la enfermedad mental se unía la física, teniendo grandes dificultades para caminar. Entonces volvió a habarse de su indiferencia religiosa, llegándose incluso a comentar que podía estar endemoniada. Por ello, su nieto Felipe pidió a un jesuita, el futuro san Francisco de Borja, que la visitara y averiguara que había de cierto en todo ello. Después de hablar con ella, el santo aseguró que las acusaciones carecían de fundamento y que, dado su estado mental, quizá la reina no había sido tratada adecuadamente. Algo después, tuvo que volver el santo a visitarla, pero en esta ocasión para confortarla en el momento de su muerte. Y lo hizo tan bien, que incluso se afirmó que la reina había recuperado la razón, por haber encontrado -dice san Francisco de Borja- "muy diferente sentido en las cosas de Dios del que hasta allí se había conocido en su Alteza". Era el 12 de abril de 1555.
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Itinerario de Juana I de Castilla. (1506-1508). |
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