Cada novela de
Jorge Nedich, el primer escritor gitano de la Argentina, busca
saldar una cuenta pendiente con su identidad y con la mochila
pesada de los estereotipos. Gitanos ladrones, mendigos y vivillos
que desparraman maldiciones a diestra y siniestra. Estos prejuicios
tan arraigados hasta el genial pintor italiano Caravaggio
los plasmó en ese cuadro-crónica de costumbres,
La buena ventura, con la cíngara que mientras lee
la mano de un joven le está sacando el anillo están
latentes en El aliento negro de los romaníes (Planeta).
Maida y su esposo Petre deben echar raíces en un pueblo
por la rotura del camión en el que deambulaban de acá
para allá los romaníes pueden andar libres
por el mundo sin pagar impuestos, gracias a un pacto con Dios.
Ella vende baratijas y trabaja en la cosecha; él roba zinc
y fabrica fuentones. Los que están en los márgenes
sociales siempre caen en el delito de supervivencia explica
el autor en la entrevista con Página/12. Pero una
vez que se sedentarizan, sufren las consecuencias políticas.
Nedich recuerda en la novela un episodio real: el primer incendio
de carpas a manos de punteros políticos del peronismo,
que prohibió el nomadismo y la vestimenta y persiguió
a los gitanos por considerarlos infieles.
¿Por
qué para los gitanos la libertad es un valor absoluto?
El sistema
de vida nómade y oral hace que no tengan compromisos. Dentro
de la oralidad no existen las palabras futuro ni pasado, es siempre
presente. No se puede programar al gitano, porque no se ata ni
a la historia ni a un porvenir. Esta falta de ligaduras los muestra
absolutamente libres. Lo paradójico es que esa libertad
absoluta de los gitanos es una forma de esclavitud. Cuando vos
no querés hacer otra cosa que ser libre, terminás
encapsulado en algo que decís que es la libertad.
Uno de
los personajes señala, refiriéndose a la religión,
que están hechos de pedazos. ¿Cómo se dio
esa mixtura religiosa?
Cuando los
gitanos salieron de la India y llegaron a Europa, entre el siglo
XII y XIII, fueron tomados como esclavos, pero no querían
trabajar para preservar su cultura. En ese peregrinaje tomaban
préstamos de todas las religiones y culturas. Si en un
lugar regía como religión oficial el catolicismo,
ellos decían que eran católicos, pero mostraban
mezclas de todas las religiones, y esto servía como excusa
para condenarlos y asesinarlos, sin que ellos pudieran defenderse.
El ensayo general sobre el holocausto gitano ocurrió
en Medina del Campo (España), en 1499, cuando fueron apresados
unos 25.000 gitanos. Allí se los tenía en una especie
de ghetto para que no se reprodujeran, separaban a las esposas
de los maridos, a los hijos los mandaban a casas de campesinos
españoles, les prohibían la lengua, la vestimenta
y tenían que aprender el catecismo. Esa suerte de desaparición
por asimilación se llevó a cabo en muchísimos
países.
¿Cómo
fue en el caso de sus antepasados?
Eran esclavos
en Rumania y fueron liberados en 1869. Nedich es yugoslavo, ellos
vivían en Bosnia, que entonces estaba bajo el principado
rumano. Mi apellido es yugoslavo, pero mi lengua es la rumana.
Al ser liberados se expandieron por Europa, y cerca del 1900 llegó
mi abuelo paterno, que había nacido en Francia. Cuando
esos esclavos rumanos salieron, los que pudieron zafar de las
cadenas psicológicas volvieron a sus costumbres.
En las
películas de Emir Kusturica siempre aparecen personajes
gitanos. ¿Qué opina de la manera en que los presenta
el cineasta bosnio?
Me gustan
mucho sus películas. El tiene una visión dislocada
y alterada, la visión del gitano que, al ser nómade,
no tiene esa organización mental de la cultura occidental.
Mi abuelo, por ejemplo, no tenía conciencia geográfica,
decía otro gobierno. Cuando ocurrió
el terremoto en San Juan, que había afectado parte de Mendoza,
él no entendía por qué no se le pedía
ayuda a Chile, que estaba más cerca que Buenos Aires. En
Tiempo de gitanos, Perhan entrega su hermana a un gitano que es
corruptor y explotador de menores para que la lleve a un hospital.
Perhan se da cuenta de que la hermana no fue operada, la sale
a buscar y la encuentra en Roma, pidiendo limosna. Quiere matar
al explotador, pero cuando lo ve en un bar, le ofrece manteca,
mermelada, cigarrillo, y Perham, que sale a combatir contra eso,
se convierte en explotador. Kusturica muestra el estereotipo,
pero también la imposibilidad de romper el círculo.
Ese pibe quiere progresar y no tiene posibilidades ni dentro ni
fuera de la comunidad.
Usted
es el primero de su familia que sabe leer y escribir. ¿Qué
problemas le generó esta diferencia y el deseo de ser escritor?
Cuando me
vieron leer por primera vez, mis viejos pensaron que estaba jugando;
después comprobaron que realmente leía y fue una
conmoción. Lo mismo les ocurrió cuando empecé
a escribir a los 17 años. Sentían que era un delirio.
¿Cómo iba a ser escritor si ni había ido
a la escuela? La primera dificultad que tuve fue la lectura. Yo
aprendí a leer porque vendía historietas en los
trenes. Cuando pasé al libro y me encontré con la
puntuación y las oraciones con más de un sujeto,
no entendía nada. Comencé a escribir claro porque
los libros eran confusos. Esto determinó un estilo de escritura
que me ayudó a profundizar en las cuestiones íntimas
del ser humano.