Villa histórica,
monumental, escultórica y paisajística
Villa
de las Ferias
MEDINA
DEL CAMPO
(ACONTECIMIENTOS
NACIONALES E INTERNACIONALES)
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Entorno físico
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Vista aérea del
centro de Medina del Campo, con la amplia plaza Mayor donde
se celebraban las concurridas ferias del siglo XVI
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El
Castillo de la Mota preside Medina del Campo desde un altozano,
en la misma zona donde se han localizado los primeros asentamientos
de la zona.
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Medina
del Campo, se encuentra a orillas del río
Zapardiel, a cuarenta y cinco kilómetros de Valladolid.
Su función como centro comercial y nudo de comunicaciones le
ha garantizado desde antiguo el papel de ciudad central de su territorio,
la comarca de la Tierra del Vino. Esta región, de tierras arenosas,
con una altura media de entre 700 y 800 metros sobre el nivel del mar,
se extiende por la provincia de Valladolid
y Zamora;
es tierra de cereales, hortalizas y vides, como testimonia su nombre,
pero también lugar de pastos y ganadería. Además
del Zapardiel,
cruzan la comarca los ríos Duero, Trabancos, Eresma y Adaja.
El clima, de tipo continental, presenta unos inviernos largos y fríos,
y veranos cortos y calurosos. El la vegetación predominan las
coníferas, abundando los pinares alrededor de la villa.
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Dehesa de secano tras
la siega, al sur de Valladolid, en una región cerealista
por excelencia.
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El origen de la ciudad
se encontraría en un asentamiento prerromano, posiblemente situado
en el cerro de la Mota, donde se alza el castillo homónimo. De
la edad media data la Medina
actual, cuya localización, en una encrucijada de caminos, aseguró
la futura prosperidad de la ciudad, que haría su fortuna en la
época de auge del comercio lanar, por su posición en la
ruta del Atlántico. Rodeada de una primera muralla de cal y canto
en el siglo XI,
en los siglos XII
y XIII Medina
desbordó el perímetro fortificado, y aparecieron barrios
extramuros en las zonas llanas, superando las barreras naturales de
los ríos Zapardiel
y Adajuena. La población se rodeó de nuevas murallas en
los siglos XIII
y XIV, que
abarcaban un amplio territorio habitado y que se correspondían,
en gran medida, con la actual extensión de la villa. Ésta
vivió una notable decadencia desde finales del siglo XVI, solo
alterada a mediados del siglo XIX y a comienzos del siglo XX, cuando
su conversión en un enclave ferroviario, la explotación
de un balneario en Las
Salinas y la ubicación de instalaciones militares
en la ciudad propiciaron un resurgimiento que supuso la aparición
de nuevas plazas y calles, la creación de parques y jardines
y la remodelación del casco histórico, conformándose
al actual plano
urbano. El paisaje urbano tradicional lo forman casas construidas
con la ladrillos, de uno o dos pisos de altura, con vistosos enrejados,
también están presentes las construcciones de adobe y
tapial.
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