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Medina del Campo. Villa histórica, monumental, escultórica y paisajística
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Nos encontramos en: "Los puentes de Medina del Campo - José Ignacio Espeso"
LOS PUENTES DE MEDINA DEL CAMPO

11-02-06 - Los puentes de Medina del Campo
José Ignacio Espero/MEDINA DEL CAMPO

Parece el título de una película cinematográfica, sin embargo, nos vamos a centrar, mis queridos lectores, en esas construcciones que siempre han estado entre nosotros y que han facilitado en el transcurrir del tiempo el crecimiento de nuestra querida villa, desde los orígenes en el cerro de La Mota hasta nuestra gran plaza Mayor.

Vamos, pues, a descubrir esos puentes sobre nuestro río Zapardiel, que ayudaron a expandirse a nuestros antepasados. Para ello sigamos el curso de la corriente del agua de un río que hemos hecho desaparecer a lo largo del tiempo y que sólo la Naturaleza se encargará de hacer regresar cuando menos lo esperemos.

El primero de los puentes que citaremos es el puente Bonero, casi enfrente de la ermita de San Roque y que fue construido para que el ferrocarril se adentrase en nuestra villa, puente conocido por los más mayores y del que hablan como de un lugar de remanso de las aguas de antaño traía el Zapardiel y en el que no sólo se pescaban cangrejos y pequeños peces, sino que además la gente se bañaba.

El segundo, mucho más conocido por todos, sobre todo por los más jóvenes, lamentablemente por ser el lugar del ya aburrido y peligroso botellón, es el puente de Aguacaballos o de San Llorente o San Lorenzo por encontrarse al final del mismo y en lo alto del cerro de La Mota, la parroquia de San Llorente o San Lorenzo y que se levantaba frente a la Puerta del Sol del segundo recinto de muralla.

El siguiente, actualmente una pasarela de moderno diseño, fue el puente de Santa María, porque nos conducía hacia la ermita de Santa María la Blanca, posiblemente antaño la antigua sinagoga de la judería medinense, pues no debemos olvidar que en el actual Barrio de la Mota, se asentaron los judíos, antes de su expulsión en 1492, según nos señala, nuestro doctor en Historia y cronista de Medina del Campo, Antonio Sánchez del Barrio, en su estudio y análisis sobre la estructura y la evolución urbana de Medina del Campo, quien también nos apunta la forma almenada del puente de Santa María, al franquear la tercera muralla el río Zapardiel. Su forma fue muy parecida al puente toledano de Alcántara. Seria un magnífico lugar para conectar los orígenes de Medina con su actual casco urbano y crear una zona bella de acceso tanto al famoso castillo como a la villa.

El siguiente es otra pasarela, antiguamente conocido como el puente de San Francisco, por su proximidad hacia el ya desaparecido convento de San Francisco del que sólo nos queda la parte donde hoy se asiente la Guardería Municipal y que se asienta al lado del magnífico edificio renacentista de las Reales Carnicerías.

El siguiente es sin duda, el más famoso y el que más cambios ha experimentado en el transcurso del tiempo, el puente de San Miguel o de las Cadenas, llamado así, por la colocación en sus pretiles de las cadenas que los medinenses lograron tras la batalla de las Navas. Suponemos que la tradición se refiere a las Navas de Tolosa allá por el año 1212. Pero el puente de San Miguel, tuvo una importancia vital, no sólo por ser el eje más importante para la expansión de la población, y su principal vía de comunicación, pues conectaba el antiguo camino de Valladolid con las antiguas cañadas de Ávila y Salamanca que llegaban hasta la plaza Mayor, sino también por sus formas arquitectónicas, porque llegó a tener casas adosadas, por lo que su parecido con el puente Vecchio de Florencia fue toda una realidad y es que si pensamos que Florencia, cuna del Renacimiento era en la época comentada una de las ciudades económicas más importantes de Europa, todo nos encaja porque, en esa misma época Medina del Campo era conocida en toda Europa, también por su importancia económica. Después el puente de San Miguel fue transformado por orden del Concejo, el antiguo ayuntamiento, quien a comienzos del siglo XVI, mandó derribar las casas porque el agua del Zapardiel de fluir lento se quedaba estancada y producía malos olores o arrebataba las viviendas en épocas de imprevisibles crecidas. Y es que el Zapardiel lamentablemente no es el río Arno. El puente se ensanchó y adoptó hasta el paso de lo que fue la antigua carretera Nacional VI, ya en el pasado siglo XX, el modelo del siguiente puente, el de Zurradores.

El puente de Zurradores o de Tenerías, también conocido como La Puente Nueva, es en la actualidad, el puente más antiguo de la villa, pues su imagen se remonta hasta el año 1626, año de su reconstrucción, tras haberse iniciado sus obras en el año 1511. Su nombre hace mención al oficio de curtir y adobar las pieles quitándoles el pelo. Estos oficios se asentaron en las márgenes del río por la frecuente utilización del agua, evitando así los malos olores.

Antiguo Puente del ferrocarril, hoy reformado. Calle de Valladolid. David Muriel
Antiguo Puente del ferrocarril, hoy reformado. Calle de Valladolid. David Muriel

El siguiente puente en nuestra villa se conocía popularmente por el puente de Hierro, al estar compuesto de este material y colgar literalmente sobre el cauce del río y por el que pasa el tren dirección a Salamanca y Zamora. Existen fotografías antiguas donde puede verse a mujeres lavando la ropa en las aguas del río y al fondo el famoso puente. Ahora es un puente de piedra y antiguamente se le conocía como el puente del Obispo Barrientos por comunicar el centro de la villa con el ya desaparecido Hospital de la Piedad, obra fundada por Fray Lope de Barrientos, obispo medinense que nació en 1382 y murió en 1469, después de haber ocupado altos cargos de la sociedad de su época y de haber presidido las diócesis de Ávila, Segovia y Cuenca, localidad ésta última donde falleció.

Y por último nos encontramos con el denominado puente del matadero, nombre que apenas ha variado por la proximidad, antes del antiguo matadero y ahora del actual y que es hoy una de las vías de acceso más frecuentes para los vehículos a motor, conectando la zona industrial con el casco urbano. Tuvo poca entidad en cuanto a su carácter constructivo se refiere.

Espero que este breve y rápido recorrido sirva, no sólo para conocer a cada cosa por su nombre, sino además para crear una conciencia en la que es fundamental, no sólo tener estilo a la hora de hacer las cosas, sino saber lo que allí hubo, por eso no estaría de más que cada puente llevase su nombre actual y su antigua denominación y que sirva de ejemplo para nuestra vida cotidiana, pues los puentes deben unir a las personas y jamás separarlas y los puentes de Medina, hoy más que nunca, deben servir para crear una conciencia clara de que Medina del Campo tiene un potencial enorme para poder ser una localidad turística y cultural de primer orden, sólo hace falta voluntad, decisión, trabajo y conocimientos para que esto sea así, porque hoy por hoy sigue porque hoy por hoy sigue siendo la asignatura pendiente.

En una sociedad como la nuestra, donde el desarrollo debe basarse y fundamentarse en la educación y en el conocimiento, lo más objetivo posible, del pasado, para vivir mejor el presente y avanzar hacia el futuro más armónicos de unos con otros y con lo que nos rodea, esa asignatura no puede ser otra, en el caso de nuestra querida villa, que buscar en el inmenso potencial histórico y artístico que posee Medina del Campo, uno de sus polos más sólidos de desarrollo, apostando con decisión, trabajo, conocimiento y una gran dosis de paciencia por el turismo cultural. Un turismo cultural lógicamente extensible a toda nuestra Tierra de Medina y que parte de una premisa fundamental: conocer para conservar y mostrar esos bienes inmuebles y muebles que hacen de Medina del Campo una potencia cultural de primer orden.

Me explico. Cualquier persona que se acerque hasta Medina del Campo no puede irse de la villa sin haber subido a alguna de las dos torres más emblemáticas o ¿por qué no a las dos? amen de unas visitas más ilustradas y acordes a lo que ambos monumentos representan. Y es que tanto el Castillo de la Mota, como la Colegiata de San Antolín ejemplifican pos sí solos la imagen más hermosa de Medina y al mismo tiempo la más injusta, pues son símbolos de un poder pasado que ahora identifican a un pueblo. Pero aún hay más, ¿como se puede uno marchar de Medina sin haber visitado el Palacio de Dueñas y las iglesias y conventos que salpican nuestra más emblemáticas e históricas calles y plazas? ¿porque no potenciar las Reales Carnicerías no solo con lo que son, sino también ocupando todos aquellos puestos vacíos con recuerdos y otros objetos que promocionen Medina y su tierra? Y más aún, ¿porque no promocionar de forma activa y no sólo pasiva con carteles de rutas y planos guías la existencia de edificios tan singulares, magníficos y enigmáticos para la inmensa mayoría como Casa Blanca o el abandonado Hospital de Simón Ruiz?.

¿Y los pueblos de alrededor?

Menos mal que existe el Palacio Balneario de las Salinas, el Palacio Real Testamentario y el pionero y galardonado Museo de las Ferias.

Sí ya sé que existen proyectos, ideas y soluciones que tardan en llegar, pero existe poca credibilidad en lo que se hace, en otras palabras, es como si se dudase de que Medina no pudiera mostrar lo que tiene porque habría que realizar una enorme inversión. Inversión en cultura es igual a riqueza, no inmediata, sino a largo plazo, afianzando proyectos que han tenido éxito, porque éstos al final generan otras vías que a la postre potencian lo que en definitiva queremos todos: que se conozca Medina, que se hable bien de ella y que nos den vidilla y dinerillo para vivir mejor día tras día.

Todo este planteamiento es fácil de hacer cuando se sabe y se quiere y muy difícil de realizar cuando se pretende que, como casi todo en los tiempos que corren, sea inmediato para poder lucirlo. Éste es el error que estamos pagando todos al no apostar con todo el empeño por una Medina del Campo que sea conocida fuera de nuestras fronteras como ya lo fue un día, allá por el siglo XVI, y tengan la seguridad de que ahora perduraría, pues la diferencia básica entre el negocio y el ocio es que el negocio se extingue, como sucedió con las célebres ferias del siglo XVI, y el ocio se busca, porque genera felicidad y placer, que es en definitiva, lo que todos buscamos en esta vida. Por eso, el turismo cultural además de ofrecer ocio, soslayadamente va formando a las personas, las hace más sensibles, más comprometidas y, por lo tanto, más humanas.

Pongámonos al día, potenciando esos proyectos que han tenido éxito, y creemos las condiciones necesarias para mostrar lo mejor que hemos heredado, nuestro patrimonio histórico y artístico, porque hay trenes que solo pasan una vez y en Medina este tren estacionó definitivamente aquí, no para ver como el tiempo lo descompone, sino para conservarlo y mostrarlo, pues no duden jamás que el turismo cultural es como una gran factoría, genera puestos de trabajo y enriquece a su entorno, sólo hace falta, como ya saben todos ustedes, pequeñas dosis de buena voluntad, medianas dosis de sabiduría y, sobre todo, grandes dosis de paciencia, y a diferencia de cualquier factoría o industria, el patrimonio jamás se levanta y se va y jamás se cae y desaparece, si se crean esas condiciones anteriormente mencionadas, que bien podrían resumirse en tres: conocimiento, conservación y difusión.

Además Medina del Campo, tiene las dimensiones exactas y una importante red de servicios para poder hacer de esta asignatura pendiente, algo más que un sueño, es decir, una realidad que desarrollaría una zona que tiene mucho que enseñar. Aunque ya saben, conviene no olvidar que para enseñar, previamente hay que conocer, para después poder conservar y difundir de la forma más correcta.

Un par de abrazos entrañables.

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